sábado, 11 de julio de 2015

Teorías psicológicas de las Religiones Primitivas

Algunos autores del siglo XVIII pensaban que la religión tenía su origen en el fetichismo. Esta tesis tuvo una gran vigencia en el tiempo. Por ejemplo, Comte decía que el fetichismo era el culto que prestaban los negros de la costa de África occidental a cosas inanimadas o a animales, evolucionaba hacia el politeísmo, y éste, hacia 

el monoteísmo.


Estas teorías y otras parecidas decían que el hombre primitivo es esencialmente racional, aunque sus
 intentos para explicar los fenómenos desconcertantes sean toscos e ilógicos.
La Escuela del mito natural, escuela alemana, daba a entender que los dioses de la antigüedad,
 y por implicación los dioses de cualquier lugar y época, no eran más que fenómenos de la naturaleza
 personificados: el sol, la luna, las estrellas, el alba, la renovación primaveral, los ríos violentos, etc.

Todo conocimiento humano, referido a estas ocasiones al hombre primitivo, llega a través de los 
sentidos. Sólo se podía pensar en el infinito una vez surgida la idea del mismo mediante metáforas y 
símbolos.


Spencer y Tylor, el último fuertemente apoyado en este punto por su discípulo Andrew Lang, fueron 
contrarios a las teorías del mito natural, y tuvieron éxito cuando propusieron otros criterios. Herbert 
Spencer(1) decía que el origen de la religión hay que buscarlo más en la creencia en los espectros en
lugar que en la creencia en las almas.


La idea de los espectros evoluciona inevitablemente hacia la de los dioses, espectros de los antepasa
dos remotos o de personas notables que se divinizan.


La teoría de Tylor sobre el animismo, procede de Comte y es parecida a la de Spencer, aunque resalta
 más la idea de alma que la de espectro. «Animismo».


La teoría consiste en dos tesis principales, de las cuales la primera da razón de su origen, y la segunda,
 de su desarrollo. Las reflexiones sobre el hombre primitivo le llevan a la conclusión de que para 
explicar todo esto es preciso postular la presencia o ausencia de cierta entidad inmaterial: el alma.


El alma, al poderse separar de aquello en que se aloja, puede considerarse independiente de su
 morada material. Con todo ello se atribuyó al hombre primitivo una sistematización lógica fabricada 
por el especialista y se puso ésta
 como explicación de las creencias de aquél.


Al tratar la magia, a la cual distingue de la religión más por convivencia expositiva que por razones de 
etiología o validez, también destaca el elemento racional de lo que llamó «...ese piélago de absurdos».


Sir James Frazer(2) escribió “The Golden Bugh” (La Rama Dorada)(3). Según él, el género humano en
 conjunto pasa, antes o después, por tres estados de desarrollo intelectual: de la magia a la religión y
 de la religión a la ciencia, esquema que puede proceder de las fases de Comte (la teológica,
 la metafísica y la positiva).


Dice Frazer que las inteligencias más agudas acabaron por descubrir, probablemente, que la magia 
no conseguía de hechos sus fines, pero, como todavía eran incapaces de salvar sus dificultades por
 medios empíricos y de enfrentarse a sus crisis mediante una filosofía refinada, caían en otra ilusión: 
la de que existían seres espirituales que podían ayudarles.


En consecuencia, mientras que los practicantes de la magia y el científico realizan sus operaciones 
con total confianza, el sacerdote las realiza con temor y temblor.


Este autor también proporcionó algunos términos clasificatorios como los de similaridad y los de 
contacto, la magia homeopática o imitativa y la magia por contagio.


Estas teorías intelectualistas no pueden refutarse y tampoco pueden defenderse, por la sencilla razón 
de que no existe testimonio alguno sobre el origen de las creencias religiosas. El gran progreso que
 conoció la etnografía en las últimas décadas del siglo XIX y a principios del XX tiene su ejemplo, entre
 otros, en Wilhelm Schmidt, que pensó que debía existir un estadio previo al animismo, un estadio de 
mana en el que la idea de suerte, de lo fasto y lo nefasto, fuera el único ingrediente de lo que él llamó 
lo supremo.


Andrew Lang señaló que el concepto de dios creador, moral, paternal, omnipotente y omnisciente se 
encuentra entre los pueblos más primitivos del globo, probablemente debido a lo que solía llamarse 
el argumento del designio, vale decir la conclusión racional, por parte del hombre primitivo, de que 
el mundo de alrededor debe ser obra de algún ser superior. Las dos corrientes del pensamiento
 religioso (animismo y monoteísmo) llegaron a unirse finalmente, una a través de las fuentes hebreas 
y otra a través de las helenísticas, en el cristianismo.


Marett expresaba que en el hombre primitivo no son las ideas las que hacen surgir la acción, sino la 
acción la que hace surgir las ideas. Los pueblos primitivos tienen la sensación de que existe un poder
 oculto en determinadas personas y cosas, y de que la presencia o ausencia de esta sensación es lo 
que separa lo sagrado de lo profano, el mundo de lo portentoso del mundo de cada día.


En su obra “Cultura primitiva” (1871) Tylor definió el animismo como la creencia general en seres
 espirituales y lo consideró “una mínima definición de religión”. Afirmaba que todas las religiones, 
desde las más simples a las más complejas, entrañan alguna forma de animismo. De acuerdo con 
Tylor, los pueblos primitivos, es decir, aquellos sin tradiciones escritas, creen que los espíritus o 
almas son la causa de la vida en los seres humanos; representan las almas como fantasmas, con 
forma de vapores o sombras, las cuales pueden trasmigrar de una persona a otra, de los muertos a 
los vivos, e incluso de las plantas, animales y objetos inanimados hacia otros individuos de su especie.
 Al formular su teoría, Tylor asumía que la filosofía animística se desarrollaba en un intento de 
explicar las causas de los sueños, los trances y la muerte, la diferencia entre un cuerpo viviente 
y uno muerto, así como la naturaleza 
de las imágenes que uno distingue en sueños y trances.


Las teorías de Tylor fueron criticadas por el antropólogo británico Robert R. Marett, quien afirmaba 
que estos pueblos primitivos no podían haber sido tan intelectuales y que la religión debía haber
 tenido un origen más emocional e intuitivo. Rechazaba la teoría de Tylor al respecto, de que todo
 objeto era considerado como ser vivo. Marett pensaba que estos grupos primitivos debían haber
 considerado algunos objetos dentro de su teoría como inertes y que probablemente consideraron 
sólo aquellos objetos que tenían cualidades inusuales o que se comportaban de forma impredecible 
o misteriosa durante su vida. Sostenía, además, que el antiguo concepto de vitalidad no estaba lo
 bastante elaborado para incluir la noción de un alma o espíritu inherente al objeto. Los pueblos 
primitivos trataban a los objetos que consideraban animados como si tuvieran vida, sentimiento y
 voluntad propia, pero no distinguían entre el cuerpo de un objeto y un alma que pudiera entrar en 
él o abandonarlo.


Marett denominó este punto de vista “animatismo” o “preanimismo”, y afirmó que el animismo 
debía surgir del animatismo, el cual podía incluso convivir junto a creencias animísticas más 
evolucionadas.


Para Marett, la magia es una actividad supletoria en aquellas situaciones en que faltan medios
 prácticos para conseguir un fin; su función es catártica o estimulante y da al hombre valor, consuelo,
 esperanza, tenacidad. Estas actividades supletorias pasan de ser sustitutivas a ser auxiliares de la
 acción empírica sin perder su forma mimética, aunque en realidad sean repercusiones en vez de
 imitaciones.


Como tampoco basta, aunque el dicho es divertido y tiene algo de verdad, afirmar (oralmente) que 
para comprender la mentalidad primitiva no hacía falta ir a vivir con los salvajes, porque bastaba la 
experiencia de una sala de estar de un colegio de Oxford. Ernest Crawley, un director de escuela, 
afirmaba que el concepto de espíritu surge del alma que, en un estadio cultural posterior, pasa a ser 
el de dios; pero está en desacuerdo con él en cuanto a la génesis de la idea de alma. La religión es, 
por tanto, ilusión. En su obra “The Mystic Rose” sostiene que:



«Toda la constitución mental del hombre primitivo es religiosa o supersticiosa, y por ello la 
magia no debe separarse de la religión.»

En su teoría, la religión primitiva equivale prácticamente al tabú, producto del miedo; los espíritus en 
que creen los pueblos primitivos no son sino conceptualizaciones del peligro y del temor. Esta religión
 es esencialmente un producto más del miedo del hombre primitivo, de su desconfianza, falta de
 iniciativa, ignorancia e inexperiencia. A mayores peligros hay más religión, que por ello los estadios 
de cultura más primitivos son más religiosos que los posteriores, y las mujeres, más religiosas que los 
hombres, y también que Dios es producto de ciertos procesos psicobiológicos.


El antropólogo estadounidense Robert Henry Lowie fue el primero que intentó definir la noción de 
etnia al estudiar las diversas tribus amerindias de Estados Unidos de forma monográfica. La unidad 
de base de la etnología en el estudio exclusivo de determinadas etnias, ha sido habitual entre
 algunos antropólogos, que han creado así relaciones privilegiadas con los habitantes de una 
determinada región o territorio. Se puede afirmar que:


• Bronislaw Malinowski es el especialista de los pueblos de las islas Trobriand,
• Franz Boas el de los kwakiutl y
• Evans-Pritchard el de los nuer y azande.

La religión primitiva, según Lowie, se caracteriza por «...un sentido de lo Extraordinario, lo Misterioso 
y lo Sobrenatural» que la respuesta religiosa es «...de espanto y temor y su fuente es lo Sobrenatural, 
Extraordinario, Extraterrestre, Sagrado, Santo, Divino».


Para Malinowski, la magia difiere de la religión en que los ritos religiosos no tienen un objetivo 
ulterior, pues su finalidad se logra en los propios ritos, tales las ceremonias de nacimiento, pubertad 
y muerte. Psicológicamente son semejantes, porque la función de ambos es catártica.


Los hombres no saben lo bastante como para superar por medios empíricos las dificultades que les 
acosan, y por ello recurren a la magia, actividad viaria, dando escape a esa tensión entre la
 impotencia y el deseo que pone en peligro el éxito de sus empresas.


Carveth Read considera que la magia y el animismo son «creencias de la imaginación», por
 contraposición con las «creencias de la percepción», siendo éstas las del sentido común y la ciencia,
 que están sujetas a la percepción sensorial y derivan de ella.


Según Freud, el individuo pasa por tres fases libidinosas: narcisismo, dependencia respecto de los
 padres y madurez. Estas tres fases corresponden psicológicamente a las tres fases del desarrollo
 intelectual del hombre: la animista, la religiosa y la científica.


La magia es una satisfacción de deseos mediante la cual el hombre se ve gratificado gracias a la 
alucinación motriz y la religión es asimismo ilusoria.


(…)

La religión es, por tanto, una ilusión y Freud tituló su libro sobre el tema: “El porvenir de una ilusión”.

 

Adaptado por Antonio. Documento original y autoría:
 http://www.esnips.com/doc/acdd33cb-4be9-4657-8c39-f8b51ec454f6/Pritchard,-Evans---Teorias-de-La-Religion-Primitiva

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