martes, 31 de marzo de 2015

Vinculan el uso frecuente de antibióticos con la diabetes tipo 2

Microbiota intestinal | 27 MAR 15
Unos datos sobre un millón de personas sugieren un riesgo más alto de la enfermedad asociado con cambios en los microbios intestinales.

Robert Preidt

El uso repetido de ciertos antibióticos podría aumentar el riesgo de una persona de diabetes tipo 2, sugiere un estudio reciente.

Los investigadores analizaron datos de un millón de personas en Reino Unido, y encontraron que a las que se habían recetado al menos dos regímenes de cuatro tipos de antibióticos (penicilinas, cefalosporinas, quinolonas y macrólidos) eran más propensas a contraer diabetes.

El riesgo de diabetes aumentó junto con la cantidad de antibióticos recetados, mostraron los hallazgos. De dos a cinco regímenes de penicilina aumentaron el riesgo de diabetes en un 8 por ciento, mientras que más de cinco regímenes aumentaron el riesgo en un 23 por ciento.

De dos a cinco regímenes de quinolonas aumentaron el riesgo de diabetes en un 15 por ciento, y más de cinco regímenes aumentaron el riesgo en un 37 por ciento.

El riesgo más alto de diabetes asociado con los antibióticos se determinó tras tomar en cuenta otros factores de riesgo de la diabetes, como la obesidad, fumar, la enfermedad cardiaca y las infecciones, señalaron los autores.

El estudio aparece en la edición del 25 de marzo de la revista European Journal of Endocrinology.

"Aunque nuestro estudio no muestra causalidad, creemos que los niveles y la diversidad cambiantes de las bacterias intestinales podrían explicar el vínculo entre los antibióticos y el riesgo de diabetes", señaló en un comunicado de prensa de la revista el autor principal del estudio, el Dr. Yu-Xiao Yang, de la Universidad de Pensilvania.

Según el Dr. Ben Boursi, autor líder, "se ha sugerido que las bacterias intestinales influyen sobre los mecanismos subyacentes de la obesidad, la resistencia a la insulina [precursora de la diabetes] y la diabetes en modelos tanto animales como humanos. Estudios anteriores han mostrado que los antibióticos pueden alterar el ecosistema digestivo".

Otros dos expertos se mostraron de acuerdo en que los hallazgos son interesantes, y ameritan más estudio.

"Hace algo de tiempo que se reconoce que las bacterias en una parte del cuerpo pueden contribuir a la inflamación en otra", dijo el Dr. Gerald Bernstein, director del Programa de Gestión de la Diabetes del Hospital Mount Sinai Beth Israel, en la ciudad de Nueva York.

Como ejemplo, apuntó a la conexión entre la gingivitis (una infección bacteriana en la boca) y las enfermedades cardiacas. Entonces, los vínculos entre las alteraciones en las bacterias en los intestinos y la diabetes no son inverosímiles, planteó.

"Este artículo fortaleció una hipótesis potencial y todos debemos esperar a ver qué pasa ahora", dijo.

Dr. Spyros Mezitis es endocrinólogo del Hospital Lenox Hill, en la ciudad de Nueva York. Concurrió en que "la investigación actual muestra que los cambios en la composición de la flora [microbios] intestinal se asocia con enfermedades crónicas que incluyen a la diabetes tipo 2, y a las enfermedades cardiovasculares y autoinmunes".

Por su parte, Boursi añadió que "las recetas excesivas de antibióticos ya son un problema en todo el mundo, a medida que las bacterias se hacen más resistentes a sus efectos. Nuestros hallazgos son importantes, no solo para comprender la forma en que la diabetes podría desarrollarse, sino también como una advertencia para reducir los tratamientos innecesarios con antibióticos que podrían hacer más mal que bien".

¿El aire contaminado con smog podría aumentar el nivel de ansiedad?

Un estudio sugiere que es posible, y otro relaciona la contaminación con un aumento del riesgo de ACV.
Melinda Power, Sc.D., postdoctoral fellow, epidemiology, Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, Baltimore; Michael Brauer, Sc.D., professor, University of British Columbia, School of Population and Public Health, Vancouver, Canada; March 24, 2015, BMJ Medlineplus

La contaminación ambiental podría afectar no solamente a la salud física, sino además al bienestar mental, sugieren dos nuevos estudios.

En uno, los investigadores confirmaron una conexión estudiada desde hace mucho tiempo entre la contaminación atmosférica y la salud cardiovascular, al encontrar evidencias de que el aire contaminado contribuye al desencadenamiento de accidentes cerebrovasculares (ACV) en las personas vulnerables.

El otro estudio observó una cuestión más reciente: ¿La contaminación atmosférica podría afectar también a la salud mental? Encontró que la respuesta es: "Posiblemente". Entre las más de 70,000 mujeres estadounidenses del estudio, las que vivían en áreas relativamente contaminadas eran más propensas a reportar múltiples síntomas de ansiedad.

Los estudios, publicados en línea el 24 de marzo en la revista BMJ, solamente vinculan estos factores; no demuestran que la contaminación atmosférica sea la causa directa de los ACV o de la ansiedad.

Podría haber otras explicaciones, dijo Melinda Power, investigadora de la Universidad de Johns Hopkins, en Baltimore, que dirigió el estudio sobre la ansiedad.

Dijo que su equipo incluyó los otros factores posibles que pudieron tomar en cuenta, como, por ejemplo, si las mujeres vivían en una gran ciudad o si tenían afecciones cardiacas o pulmonares.

"Pero no se puede tener en cuenta todo", dijo Power, que en el momento de realizar el estudio estaba en la Universidad de Harvard.

"Creo que algunas de las explicaciones alternativas más probables serían otras formas de contaminación", dijo Power. El ruido crónico (del tráfico, por ejemplo) es una posibilidad, indicó.

Es demasiado pronto para declarar que una mejor calidad del aire podría ayudar a aliviar los síntomas de ansiedad, enfatizó Power. "Pero es un hallazgo interesante", aseguró. "Y los estudios han de examinar con mayor profundidad esta asociación entre la contaminación atmosférica y la salud mental".

Si se confirma que hay una conexión, entonces reducir la contaminación atmosférica podría tener un "impacto importante" sobre la salud mental a una mayor escala, según Michael Brauer, profesor de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver, Canadá. Brauer también es el autor de un editorial en la misma edición de la revista.

Eso es así porque tanto los trastornos de ansiedad como la contaminación son problemas comunes y globales, dijo Brauer.

Pero enfatizó que es demasiado temprano para decir que la contaminación ambiental es un factor de riesgo de la ansiedad. "Se trata de una investigación inicial", dijo Brauer. "Es un hallazgo intrigante, pero no se pueden extraer conclusiones de un solo estudio".

Por otra parte, la idea de que la contaminación atmosférica puede contribuir a los ACV o a los ataques cardiacos cuenta con una gran cantidad de investigaciones que la sostienen, indicó Brauer.

El nuevo estudio sobre los ACV es en realidad un análisis de aproximadamente 100 estudios anteriores que abarcaban 28 países. Y, en general, reportaron los investigadores, hubo una "asociación clara" entre la contaminación atmosférica y el riesgo a corto plazo de que las personas sufran o fallezcan de un ACV.

Los investigadores creen que en las personas vulnerables (incluyendo las personas mayores y las personas con una enfermedad arterial existente) los aumentos en la contaminación atmosférica podrían desencadenar un ataque cardiaco o ACV al causar una inflamación en los vasos sanguíneos.

La Asociación Americana del Corazón (American Heart Association) ya recomienda que las personas en riesgo de sufrir un ataque cardiaco o un ACV intenten limitar el tiempo que pasan en exteriores en los días en que la calidad del aire sea mala.

Pero los riesgos van más allá del corto plazo, indicó Brauer. Otros estudios, dijo, han sugerido que la exposición a largo plazo al aire contaminado contribuye, en primer lugar, a que las arterias se obstruyan.

Para el estudio de la ansiedad, el equipo de Power usó los datos de un estudio sobre la salud a largo plazo de de más de 71,000 mujeres estadounidenses de 57 a 85 años de edad. Se realizaron a las mujeres algunas preguntas estándar sobre los síntomas de ansiedad, para ver si tenían ciertas fobias o tendían a preocuparse en exceso en general.

En general, el 15 por ciento mostraron "niveles altos de síntomas" de ansiedad, aunque, según Power, eso no significa necesariamente que tuvieran un trastorno de ansiedad.

Los investigadores estimaron entonces la exposición de las mujeres a la contaminación atmosférica en función del lugar en que vivían.

En general, el estudio halló que el riesgo de que las mujeres presentaran síntomas de ansiedad aumentaba junto con su exposición a la contaminación ambiental. Estas partículas se liberan al aire cuando se queman combustibles fósiles, de modo que el humo de los coches y las fuentes industriales, como las centrales eléctricas, son unos grandes contribuidores.

¿Cómo alimentaría la contaminación atmosférica los síntomas de ansiedad? Según Power, una posibilidad es mediante un efecto indirecto, al empeorar la enfermedad cardiaca o pulmonar, por ejemplo. Pero, dijo, este estudio sugiere que las afecciones físicas crónicas no son la pieza que falta del rompecabezas.

La inflamación es una explicación más especulativa, dijo Brauer. Algunas investigaciones de laboratorio han sugerido que la inflamación que afecta al cerebro podría contribuir a la ansiedad.

"De modo que es plausible desde el punto de vista biológico", señaló Brauer. "Pero necesitamos más investigación sobre los posibles mecanismos".

Por ahora, comentó, "no creo que las personas deberían evitar hacer ejercicio en el exterior por miedo a los síntomas de ansiedad".

Por otra parte, Brauer añadió que ya hay razones para limitar la exposición a la contaminación atmosférica. De modo que sería prudente, dijo, enterarse de los informes sobre la calidad del aire local y prestar atención a los niveles de contaminación peligrosos.


Las toallas de cocina y los teléfonos celulares pueden enfermar

Contaminación cruzada | 30 MAR 15
Los investigadores encuentran que los teléfonos celulares también son una fuente potencial de contaminación cruzada.

Robert Preidt

Las toallas de mano son el mayor peligro de contaminación en la cocina, según un nuevo estudio.

Los teléfonos celulares son otra fuente potencial de contaminación cruzada en la cocina, hallaron los investigadores.

La contaminación cruzada se refiere a la transferencia accidental de gérmenes potencialmente peligrosos de una superficie a otra.

Los investigadores de la Universidad Estatal de Kansas pidieron a 123 personas que prepararan una receta con carne molida de res cruda o con pollo crudo, junto con una ensalada de frutas preparada. Los participantes realizaron la preparación de la comida en una cocina habilitada en el campus.

Se colocó un tipo inocuo de bacteria en la carne de res cruda y en el pollo para registrar los niveles de propagación de la contaminación asociada a la carne durante la preparación de la comida.

"En primer lugar, se observó que los participantes usaban toallas con frecuencia, incluyendo toallas de papel, incluso cuando no las usaban para secarse. Se determinó que las toallas eran la superficie de contacto más contaminada de todas las evaluadas", dijo en un comunicado de prensa de la universidad Jeannie Sneed, investigadora principal y especialista en seguridad alimentaria.

Muchos participantes tocaron las toallas antes de lavarse las manos o las usaron tras lavarse las manos de manera inadecuada, dijo. Incluso después de lavarse las manos de forma adecuada, los participantes volvieron a usar las toallas y volvieron a contaminarse las manos, según el estudio que aparece en la revista Food Protection Trends.

Las toallas de trapo pueden contaminarse fácilmente con gérmenes que pueden provocar enfermedades provocadas por los alimentos, dijeron los investigadores. Añadieron que hay estudios anteriores que hallaron que las bacterias que se encuentran habitualmente en la carne y las aves crudas crecen en las toallas de trapo guardadas por la noche, aunque se laven y se enjuaguen en el fregadero.

Lave las toallas de trapo después de usarlas al preparar una comida o use toallas de papel y tírelas tras usarlas, aconsejó Sneed.

Su equipo halló que más del 90 por ciento de las ensaladas de frutas preparadas por los participantes estaban contaminadas con la bacteria de rastreo. Esto muestra que si la bacteria de rastreo hubiera sido un germen dañino como la salmonella, habría un riesgo alto de enfermedad provocada por los alimentos.

Cuatro de cada cinco participantes también dejaron restos contaminantes de carne cruda en el grifo del fregadero, la nevera, el horno y el cubo de la basura, halló el estudio.

Además, muchos participantes usaron los teléfonos celulares durante la preparación de la comida y no los limpiaron adecuadamente.

"A menudo llevamos nuestros teléfonos celulares y tabletas a la cocina", dijo Sneed, "pero, ¿qué hay de todos los otros lugares a los que los llevamos? Piense en cuántas veces ve a alguien hablar por su teléfono celular en lugares como el baño, donde se encuentran habitualmente microorganismos como el norovirus y E. coli".

Si se usan estos dispositivos en la cocina, Sneed recomendó limpiar sus superficies con un desinfectante.

FUENTE: Kansas State University

"Recetas y certificados de pasillo o de favor", ¿qué riesgos implican?

Prescripción y transcripción de medicamentos y/o solicitud de estudios complementarios.

Autor: Dr. Alejandro A. Bevaqua 

Documentación médica y responsabilidad profesional concurrente

Como hemos sostenido en otras oportunidades, la Medicina Legal (ML) es la especialidad médica que se encarga, en esencia, de asesorar a los hombres y mujeres del foro sobre aquellas cuestiones médicas que se debaten en el campo del Derecho tal como las (mal) denominadas, aunque cada vez más frecuentes, demandas por mala praxis.

Sin embargo, estamos creídos que el consejo del médico especializado en ML puede y debe extenderse, con mucho más fundamento y sentido práctico, a los profesionales de la salud como la herramienta defensiva más útil  en la prevención de demandas por responsabilidad profesional; sostenemos enfáticamente, sin temor a error, que el desconocimiento de los derechos y obligaciones tanto de médicos cuanto de pacientes contribuye a aumentar el número de demandas contra los profesionales de la salud y a agravar los episodios de violencia --física y/o verbal-- contra estos. La ignorancia es uno de los pilares de la mala relación entre los galenos y sus asistidos. Por lo antepuesto, la enseñanza de la Deontología y Diceología Médica debiera ser obligatoria tanto en pre como en postgrado.

Resulta por tanto beneficioso el consejo oportuno y preventivo del especialista en Medicina Legal para el buen desempeño de la actividad asistencial cotidiana tanto en hospitales, sanatorios y clínicas cuanto en los consultorios particulares.
Alfredo Achával, con quien concordamos plenamente, hace referencia a la capital importancia de la totalidad de los documentos que se suscitan durante una atención médica, sea esta ambulatoria, en internación o en ambas de manera sucesiva. Se engloba bajo el nombre de documentación médica, entre varios otros, a las recetas que coronan el final de una asistencia determinada, siendo lo prescripto el resumen de las conclusiones que de ese acto asistencial emergen.

Dentro del amplio tema de los documentos médicos, la receta, esto es,  la prescripción escrita, firmada y sellada que realiza un facultativo debidamente habilitado para el ejercicio de su profesión, y que puede incluir tanto diversos fármacos cuanto medidas no farmacológicas de tratamiento de una patología dada, o de una asociación de ellas, es quizás uno de los más reconocidos como tal por sus implicancias tanto terapéuticas cuanto legales.

Dos datos son interesantes de resaltar en este momento:

1) El monopolio que tenemos los profesionales de la salud para la prescripción.

2) El hecho de que dicha prescripción -según lo determinado por el Consejo Superior del Colegio de Médicos de la Pcia. de Buenos Aires- forma parte indisoluble del acto médico y no puede ser escindida del mismo.

Puesto en términos más sencillos -y en el terreno de lo ideal- sólo los médicos podemos prescribir un tratamiento -farmacológico o no- y sólo podemos hacerlo luego de haber examinado al paciente y visto, también por nosotros mismos, los eventuales resultados de exámenes complementarios solicitados de nuestro puño y letra; es decir, resulta inadmisible e indefendible, desde cualquier perspectiva ética o legal, la denominada “receta de pasillo” o “receta de favor” o la solicitud de estudios -muchas veces con riesgo intrínseco cierto- sin haber examinado nosotros mismos al paciente y haber conversado con él las diferentes alternativas y los eventuales peligros, es decir, en breve, luego de realizar, a conciencia, un verdadero acto médico.

Y es aquí donde la cuestión que venimos a plantear entronca, de manera directa, con la de responsabilidad profesional en relación a los denominados “médicos de cabecera”, modalidad a la que tienden hoy numerosas obras sociales y mutuales de nuestro país, siendo la principal de estas el INSSJP, más conocido por sus siglas PAMI, y sobre cuyo esquema de funcionamiento basamos estas líneas, aunque las mismas son extensivas a toda otra obra social o mutual que trabaje con el mismo sistema. La elección de esta obra social como ejemplo no es caprichosa: es una de las más numerosas a nivel nacional y sus afiliados, por razones propias de edad, son generalmente poli-medicados, con patología multi-orgánica y requieren alto número de estudios complementarios.

Así pues, los usuarios de la obra social de referencia devienen -por sus particulares características- ejemplo ideal para pensar el tema que nos hemos propuesto.
El concepto mismo de “médico de cabecera” implica un honor y una responsabilidad para el profesional; ser elegido como facultativo a cargo de la salud de una persona, o de un grupo de ellas, es una cuestión para nada menor, muy diferente a la de aquel médico que atiende esporádicamente a una persona, sin tener continuidad ni profundidad en la asistencia brindada. El ejemplo más común en contrario -con todo el respeto que estos esforzados galenos merecen- es el del médico de guardia.

La responsabilidad del médico de cabecera, o de familia según se prefiera, va más allá del acto médico puntual, aislado y que, como tal, puede ser pasible de algún error por desconocimiento acabado de la historia misma del paciente; ello es (cuasi) inadmisible en el médico de cabecera.
Sin embargo, mientras los médicos jaqueados por magros honorarios tienden a minimizar la importancia de su tarea en este campo de la asistencia primaria, los pacientes, a su vez, se inclinan quizás a menospreciar a estos galenos presumiéndolos inferiores en su saber a los especialistas en diversas áreas (lo que seguramente ha de ser cierto en algún punto) y, por ello, estiman su consejo en menor valía; finalmente, muchas obras sociales y mutuales tienden a utilizar los servicios de los médicos de cabecera más que para brindar una debida asistencia a sus afiliados, como buffer para amortiguar la inmensa cantidad de estudios solicitados por infinidad de especialistas desconectados entre sí, y para ejercer una suerte de control sobre las prescripciones que estos, aisladamente, cada uno en su campo de conocimiento, realizan.
Por supuesto, la idea primordial no parece ser el control de la salud y la íntegra asistencia de los pacientes sino el control del gasto en salud.

En medio de este caos, con cápitas supernumerarias tratando de alcanzar un ingreso medianamente digno, los médicos de cabecera suelen recurrir a los servicios de inteligentes y eficientes secretarias, delegando en ellas la mayor parte de dicho trabajo administrativo: transcripción de recetas y de pedidos de estudios realizados por otros facultativos.

Ello implica, de suyo, varios factores de riesgo para los galenos que merecen conocerse y debatirse:

1)    Se pierde el contacto entre médico y paciente, reemplazándose éste por una mayor relación secretaria-paciente.
2)    Se cede a esta/s empleada/s el uso de la firma y el sello del galeno.
3)    El médico de cabecera acaba realizando -per se o por interpósita persona- un trabajo administrativo para otro colega, desvirtuando así su propia tarea asistencial y menoscabando su orgullo.
4)    Se pierde el control de lo prescripto y la posibilidad de detectar errores de tratamiento o en la solicitud de estudios -muchos de ellos potencialmente peligrosos- derivando la responsabilidad de tales errores ya no necesariamente al prescriptor original sino, a nuestro entender, al transcriptor (aunque éste adujera luego que el “trámite” lo realizó su secretaria y no él mismo, estaría confesando otro injusto cual es la cesión de título a un tercero).

El conocimiento, como bien señala el Dr. Daniel Flichtentrei (Flichtentrei, D. "Saber crea obligaciones" - IntraMed Journal 2012 / Volumen I - Numero 3) y genera no sólo una responsabilidad social sino, además, una legal, no menos importante que la primera e inescindible de ella.
El saber en sí, si no tamizado a través del pensamiento propio junto a la reflexión sobre la práctica cotidiana, puede ser más dañino que beneficioso, y ese daño afectará sin duda tanto a los pacientes (la sociedad) cuanto al profesional mismo (el individuo). Así pues, la introspección sobre las posibles consecuencias legales adversas de nuestros actos, se impone con fuerza; no actuar en tal sentido puede acarrearnos nefastas secuelas jurídicas, emocionales y patrimoniales, contribuyendo todas ellas, aún más, al síndrome de burn out profesional.
Y nunca más cierto que catalogar al médico, en el marco de la relación médico paciente, como “el individuo” toda vez que la responsabilidad legal profesional es intransferible y se responde ante la Ley como sujeto y no como conjunto de ellos.

Ejemplos
Pongamos un ejemplo tomado, sin esfuerzo alguno, de la práctica cotidiana de los médicos de cabecera: un colega especializado en cardiología asiste a un paciente de nuestra cápita -portador de una insuficiencia renal crónica- que le fue “derivado” en consulta a pedido del propio enfermo y con la planilla cumplimentada por nuestra secretaria.

Este facultativo, sobrecargado de tareas y desconociendo parte de la historia vital del paciente, por error, cansancio, impericia o la causa que se quiera aducir, le prescribe beta bloqueantes para su hipertensión. Sabido es que estas drogas favorecen la salida de potasio de la célula y tienen, luego, tendencia a la hiperpotasemia.

El paciente, ajeno obviamente a estos los posibles efectos adversos de su nueva medicación, concurre con esta “prescripción” a (la secretaria de) su médico de cabecera para que se le autorice la medicación a través de la obra social. La secretaria “transcribe” la receta y el paciente inicia el tratamiento que le desencadena una hiperkalemia severa que requiere internación por el riesgo vital.

¿Prescripción o transcripción?
Definimos, antes de continuar, el concepto de prescripción entendiendo por tal la indicación formal de un tratamiento farmacológico o no, o el pedido de un estudio complementario, realizado por un facultativo debidamente habilitado para ello y que dicho pedido puede, por sí mismo, ser surtido en la farmacia o realizado en el lugar que corresponda sin intervención alguna de otro facultativo actuante como intermediario.

Pensamos el concepto de transcripción como el acto mediante el cual un facultativo (hacemos abstracción, para estas líneas, de la función de los médicos auditores) avala, convalida o autoriza, mediante su firma en un formulario específico, la indicación farmacológica o de estudios complementarios solicitada por otro colega que no atiende directamente a la obra social del paciente o que, por comodidad o cualquier otra causa, decide no complementar dichos formularios derivando al paciente para que sea su médico de cabecera quien se ocupe de tal tema.

Corresponde ya en este punto preguntarnos -y preguntar a los atentos lectores-: ¿de quién es la responsabilidad del error cometido en el ejemplo citado anteriormente? ¿Del primer facultativo (el reputado especialista), del segundo galeno (el médico de cabecera) o de ambos? Y en todo caso, de ser la culpa repartida, ¿Quién tiene mayor cuota de responsabilidad: el imperito (permítasenos este término para designar genéricamente al que cometiera el error) o el negligente que prestó su firma y sello a una empleada administrativa o que transcribió, sin más, lo indicado por otro facultativo? ¿El que comete el primer error o el que lo convalida sin más? ¿Cabe al médico de cabecera mayor cuota de responsabilidad que al especialista? En este caso, es nuestro parecer que sí.

La realidad es que ninguno de los galenos -repito: ninguno de ellos- aunque por distintas causas, parece haber prestado debida asistencia al paciente (recuérdese que asistencia, asistir, deriva de ad-sistere: sentarse al lado de; detenerse junto a).
La atención de los pacientes -la verdadera atención, la asistencia en su más pura acepción- implica tiempo, quizás el bien más escaso en el siglo XXI. En nuestro (si se quiere, burdo) ejemplo, ninguno de los colegas -con seguridad el de cabecera, el que tenía quizás mayor obligación de hacerlo, no- parece haberse detenido lo suficiente junto al paciente para analizar con él, de común acuerdo, las diversas alternativas para el mejor cuidado de su salud, para analizar cada prescripción por separado y las eventuales interacciones entre todos los fármacos, etc.

Es decir, no se cumplió, en ninguno de los dos casos, un verdadero acto médico, ni se dio participación acabada al paciente para obtener su consentimiento informado.
He aquí, luego, un acabado ejemplo de verdadera mala praxis, indefendible ante los estrados judiciales si descontamos una cuestión de nefasto corporativismo.

Ahora bien: mientras los médicos aceptemos esta forma de trabajo capitado con aranceles tan bajos que obligan al profesional a sobrecargar su nómina de pacientes; mientras no asistamos verdaderamente a estos pacientes convirtiéndolos en meros clientes; mientras aceptemos pasivamente denigrar el concepto de médico de cabecera o médico de familia para convertirnos en simples transcriptores de recetas o pedidos de estudios de terceros, etc., estaremos, día a día, hora a hora, arriesgando nuestro buen nombre y honor, nuestra salud física y psíquica y nuestro patrimonio.
Es tiempo pues de ponerse los pantalones largos, tomar nosotros mismos las riendas de nuestra profesión y sentarnos a discutir seriamente, con fundamentos éticos, científicos y legales, los alcances de la idea de médico de cabecera y de atención primaria de la salud.

Estamos convencidos que esta sería una forma adulta y responsable de brindar accesibilidad a la atención de la salud a una buena proporción de la población (el universal es sólo una quimera), y buena calidad prestacional a los pacientes, a costos más accesibles.
♦ Dr.Alejandro A. Bevaqua
Especialista Jerarquizado en Medicina Legal

Reflexiones sobre el arte y la ciencia de curar

Un dilema clínico: ¿utilización racional de los recursos de diagnóstico o medicina defensiva? Entre la evidencia científica y el temor al reclamo judicial.

Autor: Dr. Alejandro A. Bevaqua Fuente: IntraMed 

Una interesante noticia publicada en este mismo portal (Recomendaciones sobre uso racional de los estudios): “Piden que no se hagan pruebas cardiacas a los pacientes con un riesgo bajo. El Colegio Americano de Médicos desaconseja los ECG y las pruebas de esfuerzo, entre otras”) nos permite algunas reflexiones sobre el estado actual de la ciencia y el arte de curar y, por ende, acerca de la conducta más conveniente a desarrollar, desde nuestro medio y nuestra idiosincrasia, al afrontar el desafío que implica la toma de decisiones ante a un paciente dado.
Como se señala en la mencionada nota, el Dr. Roger Chou desaconseja, con bases científicas firmes la realización de estudios cardiológicos a pacientes de bajo riesgo, clínicamente estratificado, que deben sufrir una cirugía de mínima o mediana complejidad; incluye, entre estos estudios cardiológicos, el más elemental de ellos: el ECG.

Por si ello solo fuera poco, este profesional encuentra sustento a sus postulados en dos de las principales sociedades científicas estadounidenses, la American Heart Association y el American College of Cardiology.
En concordancia con lo antedicho pero hace ya más de diez años, en el marco de un excelente curso de Actualización en Medicina Interna (PROAMI) liderado por el Prof. Dr. Fernando Lasala y llevado a cabo merced a un convenio entre el Hospital de Clínicas y el Colegio de Médicos de la Pcia. de Buenos Aires, el Dr. Mario Sardiña, destacado médico clínico cuya temprana desaparición física debemos lamentar, enseñaba estos mismos postulados que hoy, a guisa de novedad, se presentan a nivel mundial.

En breve: no realizar estudios complementarios innecesarios, no sólo cardiológicos sino de cualquier tipo, a pacientes que pueden ser clasificados en base a parámetros netamente clínicos. Apuntaba este destacado colega, ya por entonces, no sólo a (re)valorizar nuestra tarea sino, además, a minimizar los costos crecientes en prestaciones sanitarias.

Apenas finalizada la disertación del Dr. Mario Sardiña, y cuando aún las demandas por responsabilidad profesional no eran ni tantas ni tan virulentas como en la actualidad, se produjo una clara separación entre dos facciones de aquellos estudiantes/médicos (la aclaración resulta pertinente pues no es igual ser estudiante a ser médico en ejercicio): por un lado, los que, sin reserva, adherían a principios rigurosamente científicos y concordaban en lo fútil del pedido de estudios sin base clínica cierta (hecho en el que, por otra parte y en la intimidad de nuestro pensamiento, conveníamos todos los presentes); por otro, aquellos que, temerosos de las derivaciones legales, insistíamos en el imperativo -basado en cuestiones legales y no científicas- de solicitar estudios que, en la intimidad de nuestra sana convicción, sabíamos innecesarios y hasta quizás ridículos, pero también reconocíamos como efectiva protección ante los estrados judiciales (siempre y cuando, no debe olvidarse, esté todo debidamente registrado en la Historia Clínica).

Ahora bien: en primer lugar, los médicos no podemos, a diferencia de nuestros magistrados, ampararnos sencillamente en la sana crítica ni en la íntima convicción; debemos, siempre, demostrar qué hicimos y por qué lo hicimos. Por esto, la Historia Clínica no puede ser sólo un relato frío de hechos y datos sino una verdadera síntesis del pensamiento profesional.

Segundo: existe una clara e interesante separación -que no por conocida y reiterada es siempre tenida en debida cuenta por los mismos profesionales que la repetimos hasta el cansancio- entre el arte y la ciencia de curar; la ciencia aplica al universal, y como bien sabido es, este es un problema todavía irresuelto de la epistemología y de la filosofía de la ciencia.
Por otro lado, el arte -aun el de curar, o quizás éste más que ningún otro- se refiere al problema individual, al paciente único e irrepetible -junto a sus circunstancias y su familia- que se sienta frente a nosotros y a quien debemos aconsejar u orientar respecto a la mejor conducta a seguir ante un acto quirúrgico y sobre el que tenemos plena responsabilidad -esto es, obligación de responder por nuestras acciones- tanto científica cuanto legalmente.

Tercero: siguiendo las ideas de Zygmunt Bauman, y considerando la inestabilidad y volatilidad de conceptos del mundo líquido en el que nos toca vivir, donde la ciencia médica es de suyo cuestionada a cada paso por los propios pacientes o su familia -generalmente en base a lo normado por el más poderoso galeno conocido hasta la fecha, el Dr. Google-, el arte médico tiene (salvo excepciones) escasas, si no nulas, posibilidades de supervivencia y menos aún de éxito. Desde este marco, no solicitar a un paciente dado todos y cada uno de los estudios que hoy la medicina defensiva avala, implica asumir un riesgo legal que pocos estamos dispuestos a enfrentar habida cuenta de los costos económicos y sanitarios -físicos y psíquicos- que implica, aun siendo finalmente declarado inocente de los cargos imputados.

Cuarto: parece razonable asumir, desde la perspectiva antedicha, una medicina defensiva antes que una medicina científicamente validada o incluso antes que una Medicina Basada en la Evidencia pues, como indicamos, este tipo de práctica aplica al universal y no a lo individual, y es en este punto donde puede ser, y de hecho lo es, atacado el profesional a nivel legal: no por lo que la ciencia indica como marco general, sino por lo que atañe a un caso particular en el cual los postulados más amplios fallaron. Se cuestiona así, en general, la calidad artística del galeno y no su aptitud profesional.

El paso de los años modifica el ejercicio profesional llevándolo, en un movimiento pendular, del extremo ideal al de la cruda realidad; unos pocos afortunados -por ellos y por sus pacientes- son los que logran el tan preciado equilibrio entre ambos puntos. La gran mayoría quedamos, lamentablemente, atrapados en la telaraña de la realidad que supone la medicina defensiva. Sólo nos resta el triste consuelo de saber -y reconocer- que actuamos al margen de los más elevados principios de nuestra profesión.
Desde el marco antepuesto, sólo queda entonces -a sabiendas del absurdo científico que supone y de los mayores costos que implica- aconsejar a los colegas la realización de todos los estudios (in)necesarios, no tanto para la protección sanitaria del paciente cuanto de la propia salud psico-física del profesional actuante.

Dr. Alejandro A. Bevaqua M.P.: 220167 Médico Especialista Jerarquizado en Medicina Legal. Médico de la Sección Sanidad - Servicio Penitenciario Bonaerense, Unidad Penal N° IV, Bahía Blanca, Buenos Aires. Actualmente, en comisión como médico en el Patronato de Liberados Bonaerense, Bahía Blanca, Buenos Aires. Colaborador docente en Curso para la Especialización en Derecho Penal - Depto. de Derecho, Universidad Nacional del Sur. Colaborador docente en Cursos para la Especialización en Medicina Legal.  Disertante en Jornadas de la Universidad Nacional de Sur sobre Importancia de ADN en cuestiones médico legales. Perito de parte. abevaqua@intramed.net

Asociaciones entre la presión arterial y doce enfermedades cardiovasculares

A pesar de la diversidad de fármacos antihipertensivos disponibles en la actualidad, la hipertensión arterial sigue siendo una causa importante de morbilidad y mortalidad cardiovascular.

Autor: Rapsomaniki E, Timmis A, Hemingway H y colaboradores Fuente: http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736%2814%2960685-1/abstract Blood pressure and incidence of twelve cardiovascular diseases: lifetime risks, healthy life-years lost, and age-specific associations in 1·25 million people

Introducción

La disminución de los índices de mortalidad en los pacientes con enfermedad cardiovascular registrada en los últimos años en los países desarrollados obedece, en gran medida, a la amplia disponibilidad de nuevos y eficaces agentes farmacológicos, especialmente aquellos destinados a reducir la presión arterial (PA). En este contexto, los autores consideran oportuna una revisión de las asociaciones entre la PA y la evolución clínica, de modo de poder identificar las mejores estrategias en el contexto de la prevención primaria.

En el metanálisis Prospective Studies Collaboration de 61 estudios de cohorte, realizados entre 1950 y 1990, se comprobaron asociaciones lineales entre la PA sistólica (PAS) y diastólica (PAD) y la mortalidad por enfermedad cardíaca isquémica y accidente cerebrovascular (ACV). Estos hallazgos motivaron cambios a nivel de salud pública, destinados a reducir la ingesta de sal en la dieta y el tabaquismo y a utilizar agentes antihipertensivos, en prevención primaria.
Sin embargo, no se dispone de información específica para los enfermos con insuficiencia cardíaca, enfermedad arterial periférica, aneurisma de la aorta abdominal y angina de pecho estable, entre otros eventos cardiovasculares. Los años de vida perdidos, en asociación con la hipertensión arterial (HTA), tampoco se han estimado con precisión.
El presente trabajo, en el cual se analizó una amplia cohorte contemporánea de enfermos registrados en bases electrónicas de datos, tuvo por propósito conocer mejor las asociaciones entre la PA y 12 formas de enfermedad cardiovascular (ECV).

Métodos

Fueron evaluados pacientes del CArdiovascular research using LInked Bespoke studies and Electronic health Records (CALIBER). Este programa, señalan los autores, se inició con el propósito de obtener información longitudinal en pacientes con ECV. Los códigos y los parámetros evolutivos del CALIBER han sido validados por grupos independientes. Los enfermos se conectaron  por medio de las bases clínicas de datos Clinical Practice Research Datalink (CPRD), Myocardial Ischaemia National Audit Project (MINAP) y Hospital Episodes Statistics (HES), representativas del ámbito de atención primaria del Reino Unido.

Fueron seleccionados pacientes asistidos en 225 centros de atención primaria entre 1997 y 2010, de 30 años o más al momento de la incorporación en el estudio (fecha índice [FI]) y con un año o más en el registro antes de la FI. Los enfermos no debían tener diagnóstico previo de ECV.
Se obtuvo información acerca de la PA, valorada en el transcurso de 2 años de la FI, y de los factores de riesgo cardiovascular. El diagnóstico de HTA se estableció en los enfermos con PA igual o superior a 140/90 mm Hg y en los pacientes tratados con agentes antihipertensivos. Se analizaron por separado los sujetos con hipertensión arterial sistólica aislada (PAS igual o superior a 140 mm Hg) y con hipertensión arterial diastólica aislada (PAD igual o superior a 90 mm Hg). En los modelos con ajuste por diversas variables se tuvieron en cuenta los valores de PA obtenidos antes de la FI.
Se consideraron 12 formas de ECV:
  1. angina de pecho estable
  2. Angina de pecho inestable
  3. infarto agudo de miocardio (IAM)
  4. mortalidad no relacionada con enfermedad coronaria
  5. insuficiencia cardíaca
  6. paro cardíaco, muerte súbita de origen cardíaco
  7. ataque isquémico transitorio
  8. ACV isquémico
  9. hemorragia subaracnoidea
  10. hemorragia intracerebral
  11. enfermedad arterial periférica
  12. aneurisma de la aorta abdominal.
Mediante modelos de Cox específicos por enfermedad se determinaron los Hazard Ratios (HR), con ajuste según la edad, el sexo y el ámbito de atención.

En el análisis primario se evaluaron las vinculaciones entre cada variable evolutiva y los incrementos de 20/10 mm Hg en la PAS/PAD, respectivamente, en la totalidad de la cohorte y en los subgrupos definidos por edad (30 a 59 años, 60 a 79 años y 80 años o más). En los análisis secundarios se consideró el tabaquismo, la diabetes, los niveles séricos de colesterol total y de colesterol asociado con las lipoproteínas de alta densidad, el índice de masa corporal y los agentes antihipertensivos.

Resultados
En el análisis primario se incluyeron 1 258 006 pacientes (58% de sexo femenino) y 83 098 eventos cardiovasculares ocurridos durante una mediana de seguimiento de 5.2 años. Un total de 431 663 enfermos tenía PA de 140/90 mm Hg o más y la quinta parte de los pacientes recibía tratamiento antihipertensivo. Se registró HTA en el 43% de los enfermos.
Se comprobaron diferencias importantes entre los pacientes, en relación con las características étnicas, el estado socioeconómico y la terapia con estatinas y drogas antihipertensivas. La PAS y la PAD se asociaron, de manera heterogénea, con las distintas variables cardiovasculares . El incremento de la PAS en 20 mm Hg se asoció más fuertemente con la angina de pecho estable (HR = 1.41), la hemorragia subaracnoidea (HR = 1.43) y la hemorragia intracerebral (HR = 1.44), en comparación con la ECV en general (HR = 1.26).

En comparación con la PAS, la PAD se asoció más débilmente con la angina de pecho estable, la enfermedad arterial periférica, el IAM y la ECV total.
El aneurisma de la aorta abdominal fue la ECV más fuertemente vinculada con la PAD (HR = 1.45) y con la presión arterial media (HR por cada 10 mm Hg = 1.61) y la variable menos asociada con la PAS (HR = 1.08 por cada 20 mm Hg). Sin embargo, fue el único parámetro relacionado en forma inversa con la mayor presión de pulso (HR por cada 10 mm Hg = 0.91).
La enfermedad arterial periférica se asoció, de manera inversa, con la presión arterial media (HR = 0.90) y fue la que se relacionó, más fuertemente, con la presión de pulso (HR = 1.23).

El IAM presentó una asociación más fuerte con la PAS en las mujeres, respecto de los hombres (p < 0.0001); las vinculaciones con otras variables, en cambio, fueron similares en los pacientes de los dos sexos.
Las asociaciones entre la PA y los eventos cardiovasculares disminuyeron muy poco luego de considerar los factores de riesgo cardiovascular; la atenuación más pronunciada se comprobó para la insuficiencia cardíaca, después del ajuste según el índice de masa corporal.
El ajuste según los fármacos antihipertensivos también redujo las vinculaciones entre la PAS, la PAD y todas los criterios de valoración en 20% a 30%; sin embargo, no ejerció efectos sobre las asociaciones entre la PA y el riesgo de ACV.
Las asociaciones, con ajuste por edad y sexo, fueron considerablemente inferiores en los pacientes tratados con fármacos antihipertensivos al inicio del estudio. Sin embargo, las vinculaciones entre la PA, el ACV isquémico y la hemorragia intracerebral fueron similares en los enfermos tratados y en los pacientes sin tratamiento.
La asociación con la hemorragia subaracnoidea fue más intensa en los enfermos tratados, en comparación con los pacientes sin tratamiento.
Las conexiones entre la PAS, la PAD y las variables analizadas disminuyeron con la edad. La forma de las asociaciones difirió considerablemente; en el presente estudio no se registró una curva en forma de “J” para ninguna variable.

Entre los 30 y los 79 años, las asociaciones entre la PAS y la PAD y la angina de pecho estable e inestable, el IAM, la enfermedad coronaria inesperada y la hemorragia subaracnoidea por lo general fueron lineales; las restantes vinculaciones, en cambio, habitualmente fueron lineales logarítmicas.
Para las asociaciones lineales, el riesgo fue más bajo en los sujetos con PAS de 90 a 114 mm Hg y significativamente inferior, en comparación con los sujetos con PAS de 115 a 129 mm Hg.
Para las asociaciones lineales logarítmicas se comprobaron reducciones leves o una falta de disminución, en relación con la PAS por debajo de 130/85 mm Hg. Por el contrario, los incrementos moderados de la PAS o PAD por encima de este umbral se asociaron con aumentos importantes de los HR, especialmente para la mortalidad por enfermedad coronaria, la insuficiencia cardíaca, el ACV isquémico, la hemorragia intracerebral y la enfermedad arterial periférica.

En los pacientes de 60 años o más, la PAS dejó se vincularse con la hemorragia subaracnoidea o con el aneurisma de la aorta abdominal. En los sujetos de 80 años o más, la PAS se asoció más fuertemente con la angina de pecho estable, el IAM, la hemorragia intracerebral y la enfermedad arterial periférica (asociaciones lineales en todos los casos).
Se observó una vinculación en forma de “U” para la mortalidad por enfermedad coronaria (la PAS de 140 a 159 mm Hg se asoció con el riesgo más bajo). Para las restantes variables, las vinculaciones no fueron significativas o sólo ocurrieron en sujetos con valores de PA iguales o superiores a los 140/90 mm Hg. En hombres y mujeres, los patrones fueron similares; lo mismo ocurrió al considerar el tratamiento antihipertensivo.

El riesgo estimado de ECV total en el transcurso de la vida fue del 63.3% en los enfermos con HTA y del 46.1% en los pacientes sin HTA (diferencia absoluta de 17.2%).
Las dos formas de angina de pecho fueron las variablesmás frecuentes, con riesgos a lo largo de la vida de alrededor del 10% en las personas con HTA y del 6% en los pacientes sin HTA.
Los riesgos acumulables también fueron más elevados para el IAM (8%), la insuficiencia cardíaca (7.8%) y el ACV isquémico (7.6%).
La incidencia de ACV isquémico, ataque isquémico transitorio y aneurisma de la aorta abdominal fue sólo 1.1 veces mayor en los pacientes con HTA, respecto de los individuos con PA normal; en cambio, la frecuencia de insuficiencia cardíaca y de angina de pecho estable fue 1.5 y 1.8 vecesmás alta, respectivamente.
El número promedio de años de vida saludables perdidos (libres de ECV), en asociación con la HTA, fue de 5 a partir de los 30 años, de 3.4 luego de los 60 años y de 1.6 años después de los 80 años.
El porcentaje más elevado de años de vida saludable perdidos, en vinculación con la HTA, a partir de los 30 años fue atribuible a la angina de pecho estable (22%), la angina de pecho inestable (21%) y el IAM (15%). En cambio, a partir de los 80 años, la angina de pecho estable y la insuficiencia cardíaca contribuyeron con el 19% en cada caso. La angina de pecho inestable, el IAM y el ACV isquémico fueron responsables del 15%, 12% y 10%, respectivamente.

La hipertensión arterial sistólica aislada fue responsable de la cuarta parte de los años perdidos de vida saludable por HTA en los pacientes de 30 a 59 años y alrededor de la mitad en los sujetos de más edad. En cambio, la hipertensión arterial diastólica aislada sólo fue responsable de 0.5% de años de vida saludable perdidos en vinculación con la HTA en los sujetos de 30 a 59 años y contribuyó, de manera insignificante, en los pacientes de edad avanzada.
Las asociaciones, con ajuste según la edad y el sexo, entre la presión arterial y los parámetros relacionados con las internaciones y la mortalidad fueron comparables a las observadas en los análisis primarios; fueron más intensas entre la PAS y la enfermedad arterial periférica y entre la PAD y el aneurisma de la aorta abdominal. En cambio, fue más débil entre la PAS y la angina de pecho estable.

Discusión
Los hallazgos del presente estudio, en el cual se evaluó una muy amplia muestra de pacientes y más de 80 000 eventos cardiovasculares diferentes, en el transcurso de una mediana de seguimiento de 5.2 años, indican que las consecuencias de la HTA siguen siendo considerables aún hoy, a pesar de la diversidad de fármacos antihipertensivos disponibles.
Se comprobó una heterogeneidad considerable entre las asociaciones entre la PA y la evolución cardiovascular, tanto en términos de forma como de magnitud. Por el diseño de la investigación, los resultados serían aplicables a la totalidad de la población.

Para casi todas las formas de ECV, los riesgos relativos disminuyeron con la edad; la ausencia de una vinculación en forma de “J” ya ha sido referida por otros grupos. En un estudio reciente se comprobó una reducción sostenida del riesgo de eventos cardiovasculares, en relación con la disminución de la PA.
El tratamiento de la HTA leve (en estadio I) sigue siendo tema de discusión. En un metanálisis reciente, en pacientes con estas características, la administración de fármacos antihipertensivosno se asoció con disminuciones en la incidencia de eventos cardiovasculares a los 5 años. Sin embargo, se necesita mayor tiempo de observación para establecer los posibles beneficios de la terapia, en el contexto de la prevención primaria.

Los resultados del presente estudio tienen relevancia clínica decisiva y son de máxima ayuda para que los profesionales discutan con los enfermos las alternativas terapéuticas, no sólo para la prevención de los eventos cardiovasculares más comunes.

En conclusión, la PA sistólica y diastólica se asocia, de manera heterogénea, con un amplio espectro de enfermedades cardiovasculares agudas y crónicas, en diferentes edades. Las observaciones son de importancia al momento de diseñar investigaciones futuras y ponen de manifiesto la necesidad de disponer de nuevas opciones terapéuticas para lograr las cifras adecuadas de la PA.


♦ SIIC - Sociedad Iberoamericana de Información Científica

NTP 289: Síndrome del Edificio Enfermo

Building Syndrome: risk factors

Redactora:

Mª José Berenguer Subils Licenciada en Ciencias Químicas

CENTRO NACIONAL DE CONDICIONES DE TRABAJO
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales - España

A partir de la información de que se dispone en la actualidad, existen pocas dudas respecto al hecho de que los ocupantes de ciertos edificios presentan, durante el trabajo, una mayor incidencia de enfermedades que la que sería lógico esperar. Aunque los síntomas son en general leves, causan molestias a un número elevado de personas empleadas en estos edificios y, en determinadas circunstancias, pueden influir apreciablemente en los índices de absentismo.

Siguiendo con la temática iniciada en la NTP-243, en la que se trataba de forma general la problemática referente a los ambientes cerrados y a la calidad del aire en los mismos, en esta Nota Técnica se pretende recoger la metódica general para diagnosticar e investigar aquellos edificios aquejados de un Síndrome de Edificio Enfermo.

Definiciones

Existen dificultades para definir lo que se entiende por edificio enfermo y por síndrome del edificio enfermo. En la práctica los edificios enfermos son una parte de los edificios que presentan problemas. Estos edificios están, generalmente, equipados con aire acondicionado, aunque también pueden estar ventilados de forma natural. Sus ocupantes presentan quejas referentes a su salud en una proporción mayor a la que sería razonable esperar (>20%) y las causas son difíciles de identificar dado que en muchos casos tienen un origen multifactorial.

Síndrome del edificio enfermo (SEE) es el nombre que se da al conjunto de síntomas diversos que presentan, predominantemente, los individuos en estos edificios y que no van en general acompañados de ninguna lesión orgánica o signo físico, diagnosticándose, a menudo, por exclusión.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) diferencia entre dos tipos distintos de edificio enfermo. El que presentan los edificios temporalmente enfermos, en el que se incluyen edificios nuevos o de reciente remodelación en los que los síntomas disminuyen y desaparecen con el tiempo, aproximadamente medio año, y el que presentan los edificios permanentemente enfermos cuando los síntomas persisten, a menudo durante años, a pesar de haberse tomado medidas para solucionar los problemas.

Características comunes a los edificios enfermos

Normalmente para ningún edificio debe considerarse como evidente su pertenencia a la categoría de edificio permanentemente enfermo. Sin embargo, en la práctica, estos edificios tienen, según Ia OMS, una serie de características comunes:

                    Casi siempre tienen un sistema de ventilación forzada que generalmente es común a todo el edificio o a amplios sectores y existe recirculación parcial del aire. Algunos edificios tienen la localización de las tomas de renovación de aire en lugares inadecuados mientras que otros usan intercambiadores de calor que transfieren los contaminantes desde el aire de retorno al aire de suministro.

                    Con frecuencia son de construcción ligera y poco costosa.

                    Las superficies interiores están en gran parte recubiertas con material textil, incluyendo paredes, suelos y otros elementos de diseño interior, lo cual favorece una elevada relación entre superficie interior y volumen.

                    Practican el ahorro energético y se mantienen relativamente calientes con un ambiente térmico homogéneo.

                    Se caracterizan por ser edificios herméticos en los que, por ejemplo, las ventanas no pueden abrirse.

 

Síntomas y diagnóstico

Las NTP son guías de buenas prácticas. Sus indicaciones no son obligatorias salvo que estén recogidas en una disposición normativa vigente. A efectos de valorar la pertinencia de las recomendaciones contenidas en una NTP concreta es conveniente tener en cuenta su fecha de edición
 La sintomatología a observar para poder diagnosticar un edificio enfermo es muy variada, pudiendo llegar a ser compleja, ya que suele ser el resultado de la combinación de distintos efectos. Los síntomas más significativos incluyen:

                    Irritaciones de ojos, nariz y garganta.

                    Sensación de sequedad en membranas mucosas y piel.

                    Ronquera.

                    Respiración dificultosa.

                    Eritemas (Erupciones cutáneas).

                    Comezón.

                    Hipersensibilidades inespecíficas.

                    Náuseas, mareos y vértigos.

                    Dolor de cabeza.

                    Fatiga mental.

                    Elevada incidencia de infecciones respiratorias y resfriados.

 En ciertos edificios pueden, además, estar potenciadas algunas enfermedades comunes del individuo, tales como sinusitis y algunos tipos de eczemas.

Para diagnosticar la existencia de un síndrome de edificio enfermo tiene que efectuarse una investigación cuidadosa entre el personal afectado, teniendo en cuenta los síntomas reseñados. Se considerará también que en estos edificios, según los estudios realizados, los síntomas son más frecuentes por la tarde que por la mañana, el personal de oficina es más propenso que el directivo a experimentar molestias, estas molestias son más frecuentes en el sector público que en el privado y las quejas son más abundantes cuanto menos control tiene la gente sobre su entorno.

Posibles factores de riesgo

Contaminantes ambientales

El número de posibles contaminantes es enorme ya que pueden tener muy diversos orígenes. Los propios ocupantes del edificio pueden ser una de las fuentes más importantes ya que el ser humano produce de forma natural dióxido de carbono (CO2), vapor de agua, partículas y aerosoles biológicos, siendo a la vez responsable de la presencia de otros contaminantes entre los que destaca el humo de tabaco que en sí contiene más de 3000 compuestos, entre ellos, monóxido de carbono (CO), aldehídos, óxidos de nitrógeno, metales, etc.

Los materiales de construcción y decoración del edificio así como los muebles y demás elementos pueden también ser la causa de la presencia en el aire de compuestos tales como formaldehído, vapores orgánicos, polvos y fibras (asbestos, vidrio, textiles). Por otra parte los materiales usados para el trabajo de oficina, en las instalaciones o para el mantenimiento pueden aportar contaminantes al ambiente. Ese es el caso de los productos utilizados como correctores, del ozono desprendido por las fotocopiadoras, los biocidas, los productos de limpieza, los desodorantes, etc. Existen también casos en que estos contaminantes proceden del exterior del edificio como pueden ser los humos de escape de automóviles, el dióxido de azufre o el radón.

El polvo presente en un aire interior está formado por partículas tanto orgánicas como inorgánicas, muchas de las cuales pueden clasificarse como fibras. El polvo total dependerá de la ventilación, la limpieza, la actividad en la zona y el grado de presencia de humo de tabaco.

Los contaminantes biológicos pueden ser responsables de enfermedades infecciosas y también de alergias. Hay que considerar los posibles efectos de bacterias, virus, hongos, ácaros, etc.

Son, por el momento, muy pocos los límites ambientales existentes para estos contaminantes. No hay que olvidar que en el caso de los productos químicos, sus mezclas pueden tener sobre el ser humano efectos aditivos, sinérgicos o antagónicos y que el conocimiento de estas interacciones es aún muy limitado. Por otra parte tampoco se conocen los efectos de ciertas sustancias sobre el organismo cuando la exposición es a muy bajas concentraciones y durante largos periodos de tiempo. Todo lo cual dificulta el establecimiento de límites.

La OMS en unas Guías para el establecimiento de la Calidad del Aire recomienda unos valores para proteger la salud pública para 28 sustancias, algunas de las más significativas para el SEE se recogen en la Tabla 1.
 

Tabla 1: Valores de referencia para algunas sustancias no cancerígenas en aire según OMS




 Para el CO2, que la mayoría de autores no consideran como un contaminante dado su origen humano, y que sí se usa como indicador de la calidad del aire interior para establecer el correcto funcionamiento de los sistemas de ventilación, el estándar ASHRAE 62-1989 de la American Society of Heating, Refrigerating and Air Conditioning Engineers, recomienda un límite de 1000 ppm para satisfacer criterios de confort, (olor). Este mismo estándar sugiere, para aquellos contaminantes químicos que no tienen establecido un valor de referencia propio, una concentración de 1 /10 del valor recomendado (TLV) para ambientes industriales por la American Conference of Governmental Industrial Hygienists (ACGIH). Sin embargo los valores para contaminación ambiental son mucho más bajos, por ejemplo, 1130 de los valores límites (Ley de protección del medio ambiente atmosférico, Art. 46.IV) o 40/168 x 1 /100 TLV (Ameg).

Olores

Algunos gases y vapores ocasionan disconfort sensorial debido a olores e irritaciones que pueden producir ansiedad y estrés, especialmente cuando sus fuentes no están identificadas. Recientemente se han definido dos nuevas unidades, el olf y el decipol, para cuantizar fuentes de contaminación y niveles de contaminación tal como los percibe el ser humano. Un olf es el total de contaminantes (bioefluentes) aportados al aire por una persona estandar. Cualquier otra fuente se cuantizará como el número de personas estandar (olfs) necesarios para generar la misma insatisfacción que ella. Un decipol es la contaminación ambiental generada por una persona estandar (un olf), ventilada por 10 L/seg de aire no contaminado.

Iones

Algunos autores defienden la hipótesis de que la ausencia de iones negativos en un ambiente cerrado puede ser el origen de un SEE. No existe sin embargo evidencia de que la utilización de generadores de iones tenga beneficios totamente demostrables.

Iluminación

Un nivel de iluminación bajo, un contraste insuficiente, los brillos excesivos y los destellos pueden se causa de stress visual generador de irritación de ojos y dolores de cabeza. El uso prolongado de pantallas de visualización de datos (PVD) requiere una iluminación particularmente bien diseñada. Según las diferentes tareas visuales puede recomendarse para trabajos de oficina 500-1000 lux y para trabajos con PVD 150-300 lux en pantalla y 500 lux en teclado y documentos.

Ruido

Conviene mantener los niveles de presión sonora en los límites de 60-70 dB(A) recomendados como confortables ya que valores superiores pueden producir fatiga. Sin embargo la naturaleza del ruido es un factor importante. Así los infrasonidos, los ruidos de baja frecuencia y los tonos puros puede causar irritabilidad y molestias. La Norma ISO 1966.2-1987 hace referencia a esta problemática.

Vibraciones

Las vibraciones producidas en las cercanías de un edificio o debidas a máquinas instaladas en el mismo también pueden afectar.
Sobre este tema se han efectuado numerosos estudios que han llevado al establecimiento de las correspondientes Normas. (ISO 2631.1 y 2631.3-1985)

Ambiente térmico

Se han desarrollado varios estandars sobre este tema. El más aceptado son el conjunto de las normas de confort térmico recomendadas en ISO 7730-1984 que establece un intervalo, óptimo de temperaturas (aire, radiante y simetría radiante) y condiciones para personas con diferentes intervalos metabólicos y usando diferentes ropas.

Los valores recomendados son:

                    Temperatura operativa del aire: 22 ºC ±2 ºC para invierno y 24,5 ºC ±1,5 ºC para verano.

                    Diferencia vertical de temperatura del aire entre 1, 1 m y 0,1 metros (cabeza y tobillo) inferior a 3 ºC.

                    Temperatura de superficie de suelo entre 19 y 26 ºC (29 ºC para sistemas de calefacción por suelo).

                    Velocidad media del aire inferior a 0,15 m/seg en invierno y 0,25 m/seg en verano.

                    Asimetría de temperatura radiante debida a planos verticales (ventanas, etc.) inferior a 10 ºC.

                    Asimetría de temperatura radiante debida a planos horizontales (techos, etc) inferior a 5 ºC.


Humedad relativa

Los procesos de humidificación causan serios problemas y han de ser vigilados cuidadosamente. No existe acuerdo sobre cual es el intervalo ideal de humedad relativa aunque el más generalizado se fija entre el 20 y el 60% (preferiblemente del 30 al 50%). Niveles muy altos de humedad, por ejemplo >70%, favorecen el incremento de hongos y otros contaminantes microbiológicos mientras que niveles inferiores al 30% ocasionan sequedad en las membranas mucosas.

Ventilación

Una ventilación insuficiente es una de las causas más frecuentes de SEE. Normativa sobre aportes mínimos de aire existen en muchos países, pero varían de unos a otros así como entre zonas de no fumadores y de fumadores (intervalo entre 2,5 - 20 litros por segundo y por persona).

La International Energy Agency (IEA) indica que un aporte de aproximadamente 8 litros por segundo (cerca de 30 M3 /h) por persona (actividad sedentaria) será adecuada para extraerlos bioefluentes humanos (olores) en áreas de no fumadores. En zona de fumadores el aporte de aire fresco debe ser mayor.

Por su parte el estándar ASHRAE 62-1989 propone para obtener una calidad aceptable de aire interior una serie de aportes mínimos de aire fresco. Estos valores pretenden mantener el CO2 y otros contaminantes dentro de un adecuado margen de seguridad en función de una variabilidad en el tipo de espacios interiores, presuponiendo en la mayoría de los casos que la contaminación producida es proporcional al número de personas que los ocupan. Así para una oficina se recomienda un aporte mínimo por persona de 10 L/seg (cerca de 35 m3 /h) y para una sala de fumadores este valor debe aumentarse hasta 30 L/seg por persona.

La ventilación en sí no debiera ser causa de problemas adicionales, sin embargo hay que cuidar el mantenimiento y limpieza de los equipos de ventilación y evitar recirculaciones de aire que puedan introducir nuevos contaminantes.

En cuanto a España, la Ordenanza establece una serie de condicionantes respecto a aporte de aire, velocidad del aire, temperatura y humedad relativa descritas en la NTP-243.

Factores psicosociales

Los factores psicosociales pueden desempeñar un papel importante aumentando el estrés del personal. La organización del trabajo, la insatisfacción en general, el tiempo de trabajo, el contenido de la tarea, la comunicación y relación, etc. pueden afectar haciendo a la gente más influenciable por los factores ambientales.

Como efectuar las investigaciones asociadas a un edificio

En general los problemas relacionados con un edificio se manifiestan cuando alguno(s) de sus ocupantes se quejan a la dirección o a los responsables del ambiente ocupacional de molestias e incomodidades tales como corrientes de aire, frío, calor, ruido, etc.

La primera respuesta debe ser comprobar si las condiciones operacionales de las instalaciones que regulan la ventilación del edificio son correctas. Es importante, en este punto, comprobar si las personas afectadas pueden modificar directamente la temperatura y la entrada de aire.

Si las condiciones operacionales son consideradas normales y las quejas continúan, habrá que iniciar una investigación técnica e higiénica para determinar la extensión y la naturaleza del problema. Esta investigación permitirá también estimar si los problemas pueden considerarse sólo desde un punto de vista funcional o si han de intervenir especialistas en higiene y psicología.

La Comisión de las Comunidades Europeas recomienda, para estudiar este tipo de problemas, un protocolo de actuación que se desarrolla en cuatro fases y que se resume en la Tabla 2.


Tabla 2: Esquema de una investigación programada en un edificio enfermo
 



Primera fase. Investigación inicial del edificio y planteo del problema

En esta fase preliminar se realiza una revisión general del edificio que pretende identificar el tipo y la gravedad del problema manifestado, para decidir si son precisas más investigaciones o incluso asesoramientos externos.

Cuando se llega a una conclusión válida respecto al tipo de problema y a las acciones que van a arbitrarse, conviene informar al personal que manifestó los problemas.

A continuación, se distribuye entre un cierto número de empleados, de forma aleatoria, un cuestionario de tipo sencillo referente a síntomas y quejas que incluya distintos factores. Las respuestas no van a ser utilizadas para tomar acciones individuales sino que se utilizarán como base estadística y para establecer si la prevalencia de síntomas excede un nivel aceptable Este dependerá de las circunstancias y características de cada país.

El cuestionario deberá distinguir, sin lugar a dudas, entre los síntomas experimentados en el interior y en el exterior del edificio. Debe también incluir cuestiones psicosociales y será estrictamente confidencial.

La revisión técnica del edificio y de las condiciones de instalación se basará en la información y en los planos suministrados por el personal de mantenimiento. La lista de "chequeo" que describa el edificio, los materiales de construcción, el tipo de instalaciones y el estado general del mismo debería incluir por ejemplo:

                    Edad del edificio.

                    Información sobre las renovaciones realizadas durante los últimos años (trabajos y fechas).

                    Número de personas por oficina (promedio y max.).

                    Área de oficina por persona ( promedio y min.).

                    Volumen de aire por persona (promedio y min.).

                    Suelos: material y recubrimiento.

                    Paredes: material y recubrimiento.

                    Techo: material y recubrimiento.

                    Sistema de calefacción: tipo y sistema de regulación.

                    Sistema de ventilación: ventilación natural, extracción y/o sistema de suministro de aire mecánico, filtros. Para sistemas de suministro de aire: información adicional sobre recirculación, humidificación, enfriamiento de aire, localización de la toma de aire.

                    Regulación de la ventilación: aporte de aire exterior y los correspondientes aportes promedio y mínimo por persona (litros/segundo persona) Indicar si estos valores se basan en presunciones, criterios de diseño o medidas realizadas.

                    Procedimiento de funcionamiento para los sistemas de calefacción y ventilación: parada nocturna, recirculación, humidificación.

                    Procedimientos de limpieza: diaria, semanal, mensual, procedimientos anuales para los suelos, muebles, etc. (cambios recientes en las metódicas).

                    Condiciones de iluminación: general, individual.

                    Equipos generadores de ruido, contaminación, calor: tipo y localización. Utilización de productos que pueden ocasionar el deterioro de la calidad del aire (productos de limpieza, vaporizadores para plantas, etc.).

                    Escapes de agua (anteriores o actuales).

                    Medidas efectuadas del clima interior.

 

Segunda fase. Medidas de inspección y guía

En esta fase se comparará el uso y el funcionamiento actual del edificio con el diseño y la función de la planta original y se tomarán acciones correctoras puntuales.

Hay que considerar aspectos tales como:

                    Humo de tabaco. Lugar y cantidad de su presencia. Posible recirculación.

                    Materiales de construcción y mobiliario.

                    Localización de las fotocopiadoras e impresoras láser ¿Están en habitaciones separadas y ventiladas?

                    Olores. Caracterización e identificación de las fuentes.

                    Nivel de limpieza. Polvo en alfombras, estanterías, etc.

                    Manipulación de gran cantidad de papel. Fuentes de polvo orgánico y gases originados en la impresión.

                    Presencia de plantas verdes. Utilización de productos químicos para su tratamiento.

                    Humedades, escapes de agua.

                    Presencia de mohos.

                    Infiltraciones de aire procedente de garages, laboratorios, restaurantes, tiendas, etc. del mismo edificio.

                    Situación de la toma de aire exterior teniendo en cuenta su separación de la salida de contaminantes por los extractores de los sistemas de ventilación.

                    Uso de humidificadores y situación. ¿Se limpian regularmente?

                    Aberturas de entrada y salida de aire. ¿Están limpias sin estar bloqueadas por el polvo?

                    Uso de protectores de sol.

                    Número de empleados en las oficinas. ¿Son los inicialmente planificados?

                    Deben realizarse medidas aleatorias de indicadores de calidad de aire y de clima, tales como CO2, y temperatura del aire, controlar las corrientes de aire utilizando ampollas de humo y evaluar aquellos factores que en los cuestionarios se mencionen como molestos (por ej. ruido o iluminación). Se revisaran habitaciones con y sin problemas.

 

Tercera fase. Medidas de ventilación, indicadores de clima y otros factores implicados

Si las acciones tomadas en las fases anteriores no han logrado disminuir los problemas, en estafase se realizará un análisis completo del sistema de ventilación y del clima del ambiente interior. Para ello se volverá a pasar el cuestionario inicial unos meses después de haber tomado las acciones correctoras previas. Evidentemente en el caso de que se presenten variaciones estacionales, en los síntomas y en las quejas, respecto a factores climáticos específicos puede complicarse la evaluación de esta segunda versión del cuestionario.

Ventilación

                    Inspección visual de la acumulación de suciedad y polvo en los filtros, baterías de calentamiento y de enfriamiento y en los intercambiadores de calor.

                    Control del ajuste de temperaturas, interruptores de inicio y parada.

                    Comprobación del funcionamiento de los sistemas de control automático.

                    Medida del grado de recirculación.

                    Medida de los flujos de suministro y extracción para todo el sistema y muestreo representativo de las habitaciones.

                    Medidas del intercambio de aire.

                    Medidas de la eficacia de la ventilación cuando se sospechen riesgos debidos a que ésta sea baja.

 Calidad del aire y otros factores

                    Habrá que medir de nuevo los indicadores de calidad del aire tales como CO2 y CO y de calidad de clima como la temperatura del aire, pero más extensamente que antes e incluir los cambios diurnos que puedan presentarse. En esta fase, sino se han hecho antes, hay que hacer medidas de factores específicos. Los factores específicos a medir vendrán sugeridos por la inspección inicial del edificio y por las respuestas del cuestionario.

                    En edificios de nueva construcción o reformados, si la presencia de olores es significativa, se medirá la presencia de compuestos orgánicos volátiles totales o individuales (en especial irritantes fuertes) y si los materiales de construcción o los muebles son una posible fuente de olor importante, también se medirá el formaldehído. En cortos períodos pueden darse amplias variaciones de los niveles (horas). Pueden identificarse fuentes de contaminación estimando la calidad del aire (en decipol) y midiendo el suministro exterior de aire tal como describen Fanger y col. Para identificar fuentes hay que comprobar separadamente los distintos compartimentos.

                    En aquellas habitaciones en las que se observe la presencia dañada o no protegida de materiales aislantes a base de fibras minerales habrá que efectuar mediciones de fibras. Se recomendará su sustitución o sellado.

                    En aquellas situaciones en que se sospeche una escasa limpieza o en las que se manipulen, por ejemplo, grandes cantidades de papel, como puede ocurrir en los edificios dedicados a oficinas, habrá que medir el contenido de polvo en el aire y en el suelo. También puede ser importante evaluar la composición del polvo.

                    Medida de la iluminación. Incluso en ausencia de quejas los usuarios de pantallas de ordenadores pueden tener problemas de iluminación no reconocidos.

                    Medidas de ruido. Hay que prestar una especial atención a los ruidos de baja frecuencia generados por los sistemas de ventilación u otras maquinarias así como a aquellos sonidos de frecuencias muy concretas, especialmente irritantes, propios de las máquinas de oficina.

                    Medidas de la correcta distribución de las corrientes de aire.

                    Cuando el techo esté más caliente que el aire habrá que medir la temperatura del techo o la temperatura de piano radiante correspondiente a esa superficie.
 

Cuarta fase. Examen médico e investigaciones asociadas

En esta fase se efectuará un examen médico en el que puede ser necesario examinar empleados con y sin síntomas. El examen lo realizará, en general, una unidad médica ocupacional.

Además de estos exámenes pueden estudiarse algunas exposiciones específicas. Estas pueden consistir en un estudio cualitativo de los compuestos orgánicos volátiles acompañada de una evaluación toxicológica. Otra posibilidad es un estudio microbiológico junto con tests de provocación.

Los exámenes médicos, que pueden incorporar un cuestionario detallado relacionado con los síntomas, deben siempre incluir preguntas relacionadas con las condiciones psicológicas en el trabajo, las relaciones individuales entre compañeros y con los superiores y el tipo de trabajo que se está realizando ya que todo ello puede influir en los síntomas. Normalmente no es necesario llegar a esta fase ya que en general los problemas en los edificios se solucionan en las fases previas. Hay que comprobarlo usando el cuestionario original algún tiempo después de que las medidas correctoras derivadas de la tercera fase hayan sido puestas en práctica.

Muestreo y análisis de contaminantes ambientales

Al plantearse como último paso el control analítico de un aire interior se presenta el problema de la existencia de un elevado número de espacios individuales con diferentes fuentes contaminantes en los que no siempre es posible utilizar sistemas de muestreo voluminosos y/o ruidosos. En general suelen, por tanto, tomarse las muestras con sistemas relativamente pequeños y silenciosos para proceder a su análisis a continuación en el laboratorio.

Otro problema muy importante que presenta el análisis de un aire interior es el de la representatividad de las muestras de aire, para distintos espacios, tomando sólo un número limitado de muestras. La estrategia del muestreo es por tanto un factor de la mayor importancia.

Suponiendo un cierto conocimiento de las fuentes potenciales de contaminación y del tipo de contaminantes, desarrollar una estrategia de muestreo implica responder a las preguntas de cuándo, con qué frecuencia y de qué duración han de tomarse las muestras.

Los parámetros determinantes para una estrategia de muestreo en el caso de contaminantes químicos en ambientes interiores vienen dados principalmente por la situación dinámica del ambiente interior y el objetivo del muestreo, en función de los contaminantes o tipos de contaminantes que interese analizar.

Los factores dinámicos de un interior están caracterizados por la variabilidad de emisión de las fuentes contaminantes, las diferencias entre espacios y las diferentes condiciones de ventilación y climáticas pudiendo además estar muy influidos por los distintos tipos de contaminantes.

Los objetivos del muestreo pueden ser la determinación de concentraciones promedio o de concentraciones pico. En otros casos puede interesar el conocimiento de las concentraciones personales, de la exposición individualizada, el grado de cumplimentación con los valores de referencia indicados en las guías, efectuar un estudio, identificar fuentes, determinar los modelos de la contaminación del aire, etc. Por tanto la estrategia de muestreo puede ser muy variada, siendo muy importante el momento en que se toma la muestra y las condiciones del edificio (hora, situación del aire acondicionado, ocupación, etc.), así como la duración y frecuencia del muestreo, la localización y el garantizar la calidad de este muestreo.

Enfoque científico del problema y tendencias actuales

En base al conocimiento actual parece improbable que las enfermedades y molestias relacionadas con los edificios puedan ser totalmente erradicadas, sin embargo pueden conseguirse unas condiciones aceptables que se mantengan durante periodos indefinidos de tiempo. Incluso en muchas investigaciones en las que no se puedan identificar las causas, pueden minimizarse los efectos a base de prestar suficiente atención al diseño, construcción y mantenimiento de los sistemas de aire acondicionado y de ventilación, al ambiente de trabajo en general y a los aspectos anímicos del personal que trabaja en estos edificios. Desde el punto de vista técnico se pueden destacar una serie de acciones que pueden mejorar los ambientes interiores, tales como:

                    Desarrollar materiales de construcción no contaminantes.

                    Un mejor conocimiento de los mecanismos provocadores de irritaciones y olores.

                    Mejor identificación de la naturaleza de los contaminantes y de sus fuentes.

                    Sustitución de productos problemáticos por otros menos contaminantes.

 

 

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